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El informe del Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER) sobre obesidad concluye con un singular colofón: entre la contaminación y la obesidad hay una relación de ida y vuelta. La contaminación ambiental engorda a través de los disruptores endocrinos, pero el sobrepeso también “tiene un efecto adverso en la conservación y sostenibilidad del medio natural”.

En este caso, el responsable no sería ninguno de los 600 compuestos que alteran el metabolismo incluidos en el censo europeo, sino el dióxido de carbono, uno de los gases responsables del calentamiento global. Aunque su influencia es reducida comparada, por ejemplo, con sectores como el transporte o la industria.

El CIBER pone varios ejemplos a partir de distintos estudios. Cada persona obesa es responsable de la emisión de casi una tonelada más de CO2 por año que una delgada, según un trabajo publicado en 2009 en el International Journal of Epidemiology por la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.

Un artículo basado en una filosofía similar firmado por Ania Gryca y otros autores en el Journal of Obesity en 2011 planteó que una pérdida de peso de 10 kilos de todos los pacientes con obesidad y sobrepeso del mundo supondría una caída de 0,2% de la producción del CO2 de 1997.

Otros estudios se centran en el gasto de combustible añadido que implica desplazar a las personas más pesadas. Una investigación del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de EE UU calculó que entre 1960 y 2002 se podría haber ahorrado el 0,7% de las emisiones de CO2 y del consumo de carburante si ningún pasajero tuviera obesidad.

El gasto extra estimado fue de 3.700 millones de litros de gasolina.

 

Diario “El País”, 20-03-12