Aunque parece olvidado, son muchos los oriolanos que se preocupan por el estado del Molino de la Ciudad. Este es el caso de Carmita Pertegal, estudiante de la Escuela de Artes que ha presentado, como trabajo final de sus estudios para alcanzar la cualificación profesional de proyectista decoradora, un proyecto que busca recuperar este edificio industrial como restaurante de cocina ecológica.
Bastaron sus paseos de preparación para el Camino de Santiago por la mota del río para percatarse del mal estado en el que se encuentra el molino y ser fuente de inspiración para su proyecto. Pertegal se embarcó en una tarea ardua pero que fue muy aplaudida el día que presentó su proyecto frente a sus profesores y compañeros .
Antes de idear lo que haría en el interior del molino, la proyectista se acercó al edificio para hacer unas fotografías y tomar medidas «porque este proyecto es totalmente real, se podría poner en marcha en cualquier momento». En este sentido comenta que tuvo la suerte de que el molino estaba abierto «y pude hacer todo este trabajo sin obstáculos, ahora que está cerrado hubiera tenido problemas para llevarlo a cabo».
En esta primera visita comprobó que el molino estaba rodeado por una gran zona vegetal, lo que consideró muy importante y le llevó a idear un restaurante de cocina ecológica que tuviera su propia parcela donde cultivar vegetales y donde poder tener gallinas ponedoras. Asimismo, ya que está algo alejado del centro urbano, también consideró importante construir un gran aparcamiento para que los clientes pudieran dejar sus vehículos.
Desde el primer momento, Pertegal tuvo claro que quería mantener la fisionomía del edificio así como guardar su identidad para que los clientes pudieran conocer para qué se construyó el edificio en su momento. En este sentido, la proyectista se acercó a los archivos municipales y una vez que se enteró de que el molino fue construido en el año 1904 como generador de energía, creyó conveniente dejar toda la maquinaria relativa «para que formara parte de la decoración del restaurante». En este sentido, Pertegal explica que, posteriormente, este edificio fue utilizado para moler el trigo y el pimiento de bola para hacer pimentón «pero decidí dejar solo las herramientas relacionadas con la primera función del molino».
La primera inspección también le sirvió a la proyectista para percatarse de que el molino se encuentra en muy malas condiciones por lo que era necesario cambiar la estructura «para poder sujetar el forjado de la primera planta». En este sentido, Pertegal comenta que contó con la colaboración de dos amigas arquitectas «porque yo no tengo las competencias que me permiten hacer eso».
Con todo esto listo, se puso manos a la obra con la intervención que tenía que llevar a cabo en el interior del molino. En relación a este aspecto, señala que «quería desarrollar un restaurante para todos los públicos por lo que consideré necesaria una zona de tapas, y otra más seria de restaurante». El primer problema que se le planteó fue la construcción de la cocina, la que ubicó en la fachada menos visible «para no tocar la fisionomía del edificio». En este sentido, y como la zona de tapas la ubicó en la primera planta, mientras que dejó la segunda para la zona de restaurante, instaló un montaplatos para que los camareros pudieran acceder a los platos de una forma más rápida.
Pertegal también pensó en los fumadores y en aquellas personas a las que les gusta tomar un aperitivo al aire libre. Así conviertió una cubierta transitable en una zona de terraza. Como quiso hacer un proyecto totalmente real, Pertegal también se documentó sobre toda la normativa vigente relativa a proyectos de tal envergadura así como la relacionada con los restaurantes «por lo que está preparado para personas con movilidad reducida».
Por último, trabajó la decoración del restaurante. En relación a este asunto, la proyectista eligió materiales de tipo industrial siguiendo la línea de los lofts que nacieron al querer recuperar muchos arquitectos edificios industriales, la tarea que acometió Pertegal.
Para que su proyecto quedara totalmente completo, dio clases particulares para poder elaborar las vistas tridimensionales de lo que iba a ser el restaurante de cocina ecológica. Así realizó cada una de las vistas para que sus profesores comprendieran a la perfección todo lo que quería llevar a cabo en el molino.
Pertegal se encuentra muy satisfecha con su trabajo. Le costó mucho, pero cree que es bastante valioso ya que se trata de un proyecto real. Sin embargo, no tiene pensado presentarlo para que se pueda llevar a cabo pero, de esta forma, se demuestra que son muchos los oriolanos que quieren recuperar el molino que se estropea con el paso del tiempo sin que nadie haga nada para evitar que eso suceda.
Diario “La Verdad”, 12-03-12